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das Mystische 2.1

Europa

Europa Rapto de Europa, Valentín Serov.

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Las palabras heredadas –escribe Isidoro Reguera en La Filosofía en el Fin de siècle- ya no crean hoy necesariamente sentido; se han quedado antiguas, casi mudas. El lenguaje que usamos todavía (este mismo lenguaje que ahora estoy utilizando) ya no sirve para identificar o nombrar los objetos de la vida, el mundo natural o real, nuestras inquietudes de hoy. Su significado –apunta Reguera- es ya un tanto fantástico; tan fantástico –me atrevo a añadir- como todo el peso material al que sirve de soporte. Sí, es bien cierto que cuando chocamos contra el mundo, contra los objetos de nuestro mundo de la vida, las heridas que soportamos son tan reales como las peores pesadillas; pero ¿alguien podría decir que nuestras peores pesadillas no son realmente fantásticas? Las viejas ilusiones de otros hombres, el poder y la superstición de cada época, se han sedimentado en ese lenguaje ya caduco. Ese lenguaje ya no vale para identificar nada con precisión en un mundo completamente nuevo. Ha llegado el momento, por tanto, de intentar otro lenguaje.

¿Es posible la tarea de intentar otro lenguaje? No sé si Peter Sloterdijk roza tan siquiera a ese otro lenguaje posible (a esa necesidad no ya para un siglo recién acabado, sino para uno que comienza), pero al menos creo que se acerca bastante a ese Phatos retórico (maestría personal del lenguaje en nombrar las cosas, arte de su dominio en plena libertad, goce por la tensa y abierta aventura de la exploración lingüística del mundo) al que alude Isidoro Reguera en su artículo. No me refiero ahora a algunas de sus obras más famosas: Extrañamiento del Mundo, Crítica de la Razón Cínica, Esferas. Tengo en las manos un ejemplar del Cultural de El Mundo donde se pregunta a diversos filósofos (Trías, Lodge, Lipovetsky, Márkaris, Andrujovich, y el propio Sloterdijk) sobre temas relacionados con Europa. El próximo domingo (mañana mismo) España vota la Constitución Europea; es decir, que toca Europa. Todas las intervenciones son muy interesantes (aunque, algunas, podríamos decir, algo funcionariales); pero sólo Sloterdijk llega verdaderamente a engancharme, a divertirme. Y yo me pregunto: ¿hay algo malo en informarme y, de paso, gozar de un momento divertido?

Veamos. El entrevistador ataca con la primera. ¿Es posible concebir Europa sin sus raíces cristianas ni su tradición humanista? Ya digo, todas las respuestas me parecen bastante interesantes, pero sólo Sloterdijk logra llamar mi atención; sólo Sloterdijk responde a la pregunta (como sus compañeros filósofos) y, además, lograr abrir mis ventanas cerradas:

Las culturas –responde Sloterdijk- brotan de los manantiales, no de las raíces; por ello son más parecidas a los torrentes que a las plantas. En el torrente europeo actual, el afluente cristiano ha pasado a ser un pequeño arroyuelo.

Esto, digo yo, nunca se le hubiera ocurrido a un funcionario. Pero, además, Sloterdijk añade:

En nuestra permanente revolución laica contra la desgracia, las inspiraciones cristianas de antaño son bien acogidas.

Es decir, lo que ya apenas es, lo que (poco a poco) a nadie ya interesa, en su lugar exacto; y el reconocimiento sincero de que lo verdadero aún tiene lugar entre nosotros.

Ahí va la segunda. ¿Qué sería prioritario, integrar todas las culturas europeas, o prepararse para asumir las culturas de los países del sur? Y la contestación de Sloterdijk:

La gran lección del escepticismo es la siguiente: primero se permite la entrada de las ilusiones en el país, después de la desilusión y más tarde de la guerra. Por ello, ¡afrontemos los comienzos engañosos!

Si Europa ha pasado del unilateralismo imperialista al posimperialismo, más tarde ha derivado hacia un cierto posheroicismo, y, en cierto modo, también hacia un estilo existencial posuniversalista, tanto política como intelectual y estéticamente, todo queda mucho más claro. ¿O acaso esperaban ustedes (de un filósofo) otro tipo de respuesta?

La tercera. Más o menos así: ¿Qué mecanismos de autodefensa pueden asumir las lenguas minoritarias de la Europa de los 25? Esta es la respuesta:

En el transcurso de la "Evolución" histórica, se ha extinguido probablemente un 99% de todos los idiomas, y tampoco hay garantías para los que han sobrevivido hasta la fecha. La mejor estrategia de defensa actualmente podría consistir en la idea de la reserva o el parque natural aplicada a la cultura, y mediante ella darles el estatus de obras de arte conservadas en colecciones públicas. Esto representa un estado posmoderno que se toma en serio sus deberes como comisario de la población y también como administrador del archivo cultural.

La "Evolución", comenta Sloterdijk, se lo ha tragado todo, todos los sonidos (un 99% de ellos) y todos los signos. Y, al parecer, tiene pensado continuar con su higiénica tarea ecológica; es decir, ahora viene a por nosotros. ¿Acabaremos todos, por tanto, como en una película de cine mudo? ¡Oh, Buster Keaton, no tendremos esa suerte! El estado posmoderno (nuestro eterno comisario) velará por los sagrados intereses. Podemos dormir tranquilos.

Y la última. ¿Cuál sería la primera medida cultural que tomaría en su país para afianzar una Europa unida? Esto nos dice Sloterdijk:

El 21 de febrero debería comenzar un debate sobre el párrafo más importante de la Constitución Europea, que todavía falta. Europa necesita una gran legislación museística mediante la cual se declare heredera cultural del mundo en todos sus elementos. ¿Viejo Mundo? ¡Por supuesto! La felicidad, dijo Saint-Just hace tiempo, es una nueva idea en Europa. Desde el punto de vista del presente añadimos lo siguiente: nuestra felicidad consiste en ser habitantes vivos de una colección incomparable.

Si alguien pensaba que el concepto de "museo" estaba en crisis, ya puede ir cambiando de idea. Lo que necesitamos, precisamente, son más museos, un museo para cada gesto transferido u objeto heredado, para cada robo cometido o regalo apropiado; un museo, en fin, para cada una de nuestras (múltiples) actividades artísticas. ¿Viejo Mundo? ¡Por supuesto! Pero, afortunadamente, aún nos quedan los museos.

Después de todo esto se despejan nuestras dudas. ¡Ya podemos afrontar esta nueva prueba con la fuerza indestructible de los héroes! ¡Ya podemos afrontar la votación de mañana con el ánimo despierto y el nervio sosegado! ¿Que qué pienso hacer (votar) yo mañana? Pues, la verdad, no tengo ni la más remota idea. Quizás me quede en casa o quizás salga de casa. ¡Quién sabe! Aunque, eso sí, haga lo que haga, lo haré como se hacen las cosas de la vida; es decir: con la mejor disposición posible y con feliz (e imprescindible) sentido del humor.

Vamos, que me lo tomaré con mucha filosofía.

2 comentarios

Cayetano -

Impagable el descubrimiento del sitio que aloja la revista Nómadas, gracias. Sigo atento a la pantalla y usted es, en parte, culpable por escribir estos artículos. A nada que pueda escaneo un artículo sobre "identidad europea" y se lo envío (seguro que le va a hacer reir). Abrazos Don Enrique ;)

anónimo -

PLAS, PLAS, (aplauso) bonito post.